Insomnio

Por: Psicóloga Stefany Valencia

Ya has entrado a la cama, apagas las luces, pones el celular de lado, te cubres con las cobijas y te dispones a dormir. Pasan los minutos y continúas completamente despierto, te haces consciente de que el sueño no te ha llegado, o peor aún, empiezas a sentir el angustiante sonido de los segundos al pasar. Te entra el miedo. Miedo a no dormir, miedo a estar cansado, miedo a enloquecer. Y por supuesto que estos miedos no hacen más que espantar el poco sueño que tenías. Así llega el siguiente día, con suerte has logrado dormir un par de horas y no te sientes bien para enfrentar las actividades del día. Posiblemente estás experimentando el insomnio.

Este es solo un tipo de insomnio, sin embargo, la gran mayoría de personas lo conocemos; ya sea que lo hayamos padecido, que conozcamos a alguien en esta situación o porque es la representación más usada en los libros y películas. Pero la realidad es que es un padecimiento mucho más usual de lo que creemos, y tiene muchas maneras de presentarse. En concreto, el insomnio está definido como la dificultad de iniciar o mantener el sueño, dando como conclusión una noche que no es reparadora. Es decir que insomnio puede ser: que no te quedes dormido a la hora que lo deseas, que te despiertes varias veces en la noche, o que sin proponértelo te despiertes muy temprano en la mañana y no puedas volver a dormir. 

Síntomas del insomnio

Para ser considerado un diagnóstico según el DSM V (manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales) , esta situación se debe haber prolongado por mínimo 3 noches a la semana, a lo largo de 3 meses. Sin embargo, si alguien ha tenido alguna de estas noches, sabe bien que no se necesita ni un mes para experimentar algunas de sus consecuencias: 

  • Fatiga o poca energía al día siguiente
  • Somnolencia diurna
  • Alteración en atención, concentracion o memoria
  • Alteración del estado de ánimo
  • Dificultades de comportamiento
  • Deterioro de la función ocupacional o académica
  • Deterioro de la función interpersonal o social
  • Efecto negativo como cuidador o en el funcionamiento familiar

Además de estas consecuencias y el temor que puede generar la sola llegada de la hora de dormir, la dificultad para conciliar o mantener el sueño usualmente está relacionada con la presencia de situaciones profundamente estresantes. Por ejemplo, en la época del COVID-19, puede que no quede espacio para descansar y dormir bien, si estás pensando en la posibilidad de contagio, la crisis económica, el despero por estar recluido en casa y muchas otras preocupaciones. 

Pero ¿Por qué da el insomnio?

Esta es una pregunta de respuesta múltiple, pues son muchas las variables que están involucradas en la dificultad para dormir bien. En este artículo nos vamos a centrar en aquellas que son analizadas desde el enfoque de Terapia Cognitivo Conductual (TCC). Desde aquí hablamos de una triada: los pensamientos, los comportamientos y las emociones. Dos personas que padezcan de insomnio pueden tener manifestaciones y explicaciones muy diferentes. 

Desde la variable cognitiva, es decir los pensamientos, el insmonio se asocia a estados de ansiedad y estrés. Esto se identifica por pensamientos que invaden la cabeza de la persona, usualmente relacionados con múltiples posibilidades de futuros catastróficos. Aquí pueden entrar preocupaciones actuales, de la situación de salud, económica, laboral o sentimental, o también pueden aparecer aquellos temores más relacionados con la sola imposibilidad de dormir, llegando incluso a temer caer en la locura. 

Desde el eje conductual, es decir lo que hacemos, el insomnio puede asociarse con mala higiene del sueño. Aquí puede que estemos teniendo rutinas de sueño muy desordenadas, durmiendo hasta tarde, a lo largo del día, o saboteando nuestro sueño de otras maneras. Algunas cosas que hacemos para interferir por ejemplo, pude ser estar pegados a pantallas hasta muy entrada la noche, tomar bebidas o alimentos energizantes pocas horas antes de ir a la cama, tener luces prendidas o no tener una rutina para antes de dormir. Incluso, épocas de sedentarismo extremo pueden dificultarnos una buena noche de sueño, pues a lo largo del día no hemos gastado la suficiente energía, o hemos dejado a nuestro cuerpo rígido, pesado y cansado por estar sentados en el sofá o el escritorio por muchas horas seguidas. 

Finalmente, desde la variable emocional, es decir lo que sentimos, el insomnio parece estar asociado en un principio con temor, angustia y preocupación. Y cuando las noches sin dormir se acumulan, se puede asociar también con emociones de enojo y frustación. Cuando no le damos una gestión adecuada a nuestras emociones, las reprimimos o las desplazamos hacia excesos de trabajo o responsabilidad, la propia mente aprovecha que bajamos la guardia para dormir, y comienza a darle salida a todas las emociones que no hemos querido escuchar el resto del día; dejando el sueño, y mucho más el sueño reparador, en un segundo plano. 

Entonces ¿Qué hacer para salir del insomnio?

Al ser un padecimiento de orígenes variados, el primer paso para trabajarlo es identificar cómo se configura para cada caso. Esto se puede hacer con un registro juicioso de nuestro estado emocional, pensamientos y comportamientos. Ahí ya tendremos algo de claridad sobre cómo es nuestro insomnio.

A partir de esto, podemos servirnos de múltiples estrategias dirigidas a cada variable. De manera específica, la Terapia Cognitivo Conductual (TCC) cuenta con herramientas claras y puntuales, que con un adecuado acompañamiento terapéutico, se pueden implementar e ir ajustando y personalizando para trabajar la dificultad para iniciar o mantener el sueño, y los problemas desde donde se origina esta dificultad. Usualmente, el insmonio no es más que un síntoma muy difícil de llevar, de patrones más profundos y arraigados que se pueden elaborar a cabalidad en un espacio libre de juicios, como lo es la terapia.

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