controlar los pensamientos

Por Psicóloga Daniela Díaz

Cada vez que hablamos de lo que pensamos, es normal que se nos venga la idea a la cabeza de querer controlar los pensamientos o que nosotros somos quienes elegimos qué pensar y qué no, sin embargo, cuanto mas intentamos controlarlos o cambiar su contenido, mayor malestar aparece en nosotros y mayor es el costo al que nos enfrentamos. Pero, si no podemos controlar lo que pensamos, entonces ¿Qué podemos hacer?

Antes de determinar qué hacer o no hacer frente a nuestros pensamientos, es importante entender que nuestro cerebro está diseñado para pensar, por lo tanto durante el día es variable la información que se procesa en él; nuestros pensamientos se pueden presentar en forma de texto o como imágenes mentales, muchos de ellos tienen un contenido relevante y algunos otros pueden pasar desapercibidos; los pensamientos se pueden asociar con situaciones emocionales, preocupaciones, eventos que sucedieron en el día e incluso puede ser que no hayan sucedido. Cada vez que estos pensamientos aparecen, se acompañan con una activación emocional de nuestra parte, una emoción que puede ser agradable o desagradable para nosotros.

Dado esto, creemos que, si cambiamos el contenido de nuestros pensamientos, estas emociones que son desagradables pueden desaparecer o las emociones agradables pueden mantenerse. Sin embargo, esto genera que iniciemos un conflicto con nosotros mismos para pensar aquello que deseamos. Un pensamiento en sí mismo, no es ni malo ni bueno, lo que define su valor es la interpretación que realizamos de este pensamiento. Por ejemplo: puede aparecer el pensamiento de “me va a pasar algo malo” si cuando aparece este pensamiento siento miedo y esto me lleva a una conducta de hipervigilancia frente a las acciones que realizo o las diferentes situaciones que vivo diariamente, aparece sensación de malestar.

Como se observa en el ejemplo anterior, lo que genera el malestar en sí mismo no es el pensamiento sino la interpretación que realizamos y las acciones que lo acompañan. Dado esto, nuestros pensamientos no son nuestros enemigos, hacen parte de nosotros. Es necesario que aprendamos a tomar distancia de ellos mediante ejercicios escritos o de imaginación en los cuales aprendamos a observarlos y determinar qué tan acordes son a la realidad o no.

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