Cómo funcionan las emociones

Por: Piscóloga Angélica Gómez

Entendamos el cerebro como aquel órgano capaz de controlar todas las funciones del cuerpo, lo que piensas, actúas, recuerdas y aprendes. Para llevar a cabo esta labor se ayuda de la médula espinal, pues de ella desciende un “cableado” que permite conectar al cerebro con los diferentes órganos, esto con la intención de monitorear cómo nos encontramos en tiempo real. Por consiguiente, el cerebro constantemente recibe y envía mensajes para que se habilite y responda a la demanda (por ejemplo, al sentir dolor de cabeza podemos optar por tomar una pastilla o ir al médico) o, por el contrario, determinar que la sensación que experimentamos no es relevante (sentir el mismo dolor de cabeza y no prestarle atención), inhibiendo al cerebro a responder ante la demanda del cuerpo. Comenzamos entonces a tener alguna pista sobre cómo funcionan las emociones.

De tal manera que, si todos estamos expuestos a una misma experiencia, no necesariamente vamos a responder igual, incluso puede variar la intensidad de las respuestas fisiológicas, pues esto estará determinado por la experiencia previa que hayamos tenido ante una situación similar. El cerebro se remitirá a responder con lo que ya conoce, sensaciones, pensamientos, conductas y respuestas fisiológicas que le son familiares para optimizar su funcionamiento, hacerlo de forma novedosa retrasaría la respuesta y requeriría mayor gasto de energía. 

Sin embargo, este funcionamiento es un arma de doble filo pues, aunque nos ayuda a optimizar esfuerzos para responder ágilmente, también puede suceder que no sea la respuesta más eficiente. Pensemos que le temes a las arañas y tu primera respuesta ante ella fue correr, la probabilidad de que esta conducta se repita en el futuro es alta, especialmente si experimentaste emociones intensas e incómodas, entonces al no modificar ese aprendizaje, cada vez que aparezca el mismo estímulo, emergerá el mismo patrón de comportamientos y las mismas emociones. De esta manera, identificamos que el cerebro todo el tiempo está clasificando las experiencias con una carga, ya sea positiva -si fue un evento en el cual se generó cierto nivel de satisfacción o se recibió alguna recompensa- o negativa -si estuvo enmarcado por disgusto, tensión o pérdida de gratificación-.

Con lo anterior, evidenciamos que su categorización va a estar significativamente influida por las emociones, siendo estas, reacciones que se producen a partir de la interpretación subjetiva que nos hacemos tanto del mundo interno como externo, algunas de ellas se han definido como primarias, las cuales comprenden la alegría, la tristeza, el miedo, la rabia, el disgusto y la sorpresa. Se les conoce como primarias, porque trascienden la cultura, se reconocen sin importar la raza o el idioma; y se denominan emociones secundarias a la envidia, la vergüenza, la culpa, la calma, entre otras, las cuales tienen un componente cognitivo superior, pues se requiere entenderlas y darles sentido. 

Cuando el cerebro recibe un mensaje de ciertos órganos puede identificar si son sensaciones asociadas con las emociones. El primer lugar de recepción en el cerebro es la Amígdala, encargada de realizar una evaluación primaria del valor afectivo de los estímulos, especialmente de las señales de peligro, equiparando la situación actual con algo negativo vivido en el pasado, pues de ser así se generará una alerta enviada a otras estructuras del cerebro para su procesamiento. Se le denomina primaria porque no es un análisis fino del estímulo ni una evaluación consciente del significado, su función es producir una respuesta emocional rápida y automática, a partir de la cual se empiezan a activar mecanismos más complejos que entrarán a evaluar y analizar la situación. Esto sucede en el hipotálamo y en la corteza prefrontal del cerebro. El hipotálamo hace parte del sistema de supervivencia, que ante una emoción intensa empezará a buscar de manera coordinada respuestas anticipatorias para responder a la demanda, se encarga de aportar oxígeno y nutrientes a los órganos que considera esenciales, como los músculos, el cerebro y el corazón, poniendo en marcha la respuesta de lucha o huida, esta estructura se encarga entonces de las respuestas fisiológicas de la emoción. Y la corteza prefrontal, asociada con la conducta racional y toma de decisiones, se encarga de las respuestas conscientes de las emociones, evalúa las diferentes alternativas y sus consecuencias, contemplando múltiples variables a fin de tomar una decisión más razonable y adaptativa. Retomando el ejemplo de la araña, lo que podría ocurrir es que, si bien se activan ciertas respuestas emocionales y fisiológicas, podría el cerebro inhibir las respuestas motoras asociadas a la necesidad de correr.

Lo anterior refleja un panorama donde la emoción pueden ser intensa y nos da el tiempo suficiente para hacer el recorrido de la información, pero si la situación se nos sale de control, puede ocurrir que la información no alcance a ser procesada por la corteza prefrontal y desde allí generemos conductas poco adaptativas, como correr al ver una araña, desmayarnos en una exposición o ponernos en situaciones de peligro, como cruzar una calle apresuradamente al ver un ladrón sin considerar los carros.

Consejos para manejar las emociones 

A continuación, brindamos algunas recomendaciones para el manejo de las emociones en este tipo de situaciones: 

  1. Debemos identificar el objeto o la situación que genera malestar. Es importante detectar qué está ocasionando la molestia, y una vez se reconoce, podemos reflexionar sobre las sensaciones, los pensamientos y las acciones que la acompañan.
  2. Es fundamental cuidarnos de los pensamientos irracionales. Para ello debemos ser conscientes de que la mayoría de las situaciones a las que le tememos es probable que no representen un peligro real o incluso la probabilidad de generar algún daño no es alta. Recordar esta información en tiempos de crisis nos permitirá tener un mejor manejo de la situación y de la emoción.  
  3. Es importante que “normalicemos” los síntomas, esto referido a que es habitual que haya respuestas como sudoración, taquicardia, entre otras, que surgen e incrementan nuestro nerviosismo, por lo tanto, el reconocer que tenemos miedo nos permitirá normalizar los síntomas y con el tiempo, haciendo un trabajo consciente sobre ello, dejar de retroalimentar este temor.
  4. Es esencial exponernos a los miedos. Es uno de los pasos de mayor dificultad, pero podemos irnos exponiendo a los miedos de manera paulatina. 
  5. No nos presionemos o nos sintamos mal si fracasamos: es probable que la primera vez que lo intentemos resulte infructuoso, pero de perseverar nos será más sencillo en el futuro. 

Si sientes que la situación te sobrepasa, resulta incontrolable o te genera tal nivel de malestar que trunca alguna actividad cotidiana, es recomendable consultar con un psicólogo profesional

Bibliografía 

Aguado, L. (2002). Procesos cognitivos y sistemas cerebrales de la emoción. Revista de neurología34(12), 1161-1170.

Belmonte, M. (2007). Emociones y cerebro. Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Instituto de Neurociencias, Universidad Miguel Hernández. Vol. 101, Nº. 1, pp 59-68. 

Carrasco, J. G. (2009). Educación, cerebro y emoción. Aula15, 91-115.

Mora, F. (2012). 1. ¿Qué son las emociones? El Observatorio FAROS Sant Joan de Déu (www. faroshsjd. net) es la plataforma de promoción de la salud y el bienestar infantil del Hospital Sant Joan de Déu (HSJD) de Barcelona., 14.

¿Te resultó útil este contenido?

Haz clic en las estrellas para votar

Votación promedio 4.8 / 5. Número de votos: 8

Deja una respuesta

Call Now Button