Celos

Por: Psicólogo Pablo Castillo

Mucho se habla de los celos, que si son normales, que si son enfermizos, que si el celoso tiene baja autoestima, que si el que los experimenta ama más que quien no y así sigue una larguísima lista de mitos alrededor del tema, alimentada por la industria del entretenimiento, que se ha dedicado a romantizarlos o satanizarlos desde tiempos inmemoriales. 

Evidentemente todos sienten curiosidad sobre el tema, todos han tenido una pareja celosa o han sido ellos mismos quienes encarnan la cara celosa de la relación y por esto es muy común que haya millones de entradas en los navegadores de búsqueda de internet consultando al respecto, así como mucho material para leer, escuchar o ver, sin embargo, hoy abordaremos el tema desde una perspectiva diferente, los celos como fenómeno sociocultural. 

Tradicionalmente nos han convencido de que son las mujeres quienes más experimentan celos, es habitual ver en el cine y la televisión a las mujeres mostrándose celosas, con frecuencia de manera irracional, sin embargo, esto no se corresponde con la realidad, hombres y mujeres tiene la misma potencialidad de sentirse celosos. 

Sin embargo, los celos no siempre sobrevienen a los mismos desencadenantes, sería irresponsable tratar de generalizar un mismo origen a todos los celosos, incluso si tratásemos de plantear desencadenantes generalizables por género u otras variables sociodemográficas.

Con todo este panorama claro y entendiendo lo amplio que es el tema, quisiera que nos concentremos en un tipo específico de celos, me refiero al que deriva de la, tan arraigada, cultura machista y es que sí, hay un tipo de celos que no se dan por la baja autoestima, ni la dependencia emocional y mucho menos por “el amor profundo”, existe un tipo de celoso que experimenta aquella sensación desagradable ante la percepción de pertenencia del cónyuge, en este caso la mujer como “pertenencia” del hombre. 

Partamos de entender, al menos de manera general, lo que el llamado machismo implica. La sociedad colombiana se construyó durante décadas sobre la base del hombre proveedor y la mujer que comandaba el hogar, en ese orden de ideas existía un statu quo en el cual cada uno tenía una serie de deberes, pero los privilegios se reservaban en gran medida para los hombres. Es así como el hombre tenía el deber de producir recursos para mantener el hogar, que a la mujer y a los hijos no les faltara la comida y el techo y poco más, mientras que la mujer debía encargarse de garantizar una “buena crianza” basada en la moral y los valores, además de asegurarse de mantener la casa aseada y la comida lista, para que el hombre pudiera gozar de un hogar armonioso al finalizar la jornada, la premisa era básica, el hombre conseguía los recursos y la mujer los administraba.

Pero todo esto tiene muchísimas implicaciones en el rol de género que durante muchos años se consolidó como la normalidad de la familia colombiana promedio, la mujer tenía el deber de atender al marido porque éste le daba el recurso para vivir, la mujer debía encargarse de los hijos, porque el padre no tenía tiempo de trabajar y criar, la mujer debía satisfacer el deseo sexual del marido, también de alguna manera, o en algunos casos, a modo de transacción pagando por el sustento que este brindaba. 

A partir de este estilo de vida se entendía al hombre como el sujeto con capacidad adquisitiva en la ecuación y a la mujer como el sujeto que brindaba un servicio a cambio de ese patrimonio que no podía adquirir por sí misma, pero del cual dependía al 100% para sobrevivir. Es aquí donde, de manera tácita, se establecía una especie de relación de pertenencia entre hombres y mujeres, cuando el hombre se casaba garantizaba que a la mujer no le faltaría el sustento, a cambio de que esta se entregara en su totalidad a su esposo, la mujer se convertía en “propiedad” del hombre.

Durante años las mujeres jugaron un papel importante alrededor de mantener este balance, convencidas de tener que respetar la figura del hombre en casa, muchas veces viéndose obligadas a ello por la incapacidad de tener libertad financiera, la disyuntiva que se les planteaba a las mujeres aquí era simple, o soportas un ambiente de opresión en casa o no tienes recursos para ti y tus hijos, quienes además son responsabilidad casi total de la madre. 

Aunque todo lo anterior puede sonar a antaño, tristemente en algunos casos no lo es, en medio de la cultura “liberal” que creemos vivir, se mantiene esa idea pre acordada de la mujer perteneciente al hombre. Si miramos a detalle las dinámicas de muchas parejas de la actualidad, podremos leer entre líneas, este contrato transaccional en el que la mujer se debe al hombre y el hombre “compra” sus servicios por medio del recurso económico.

Sin embargo, los celos derivados de esta posesión no se limitan a las parejas más conservadoras, muchos hombres que se consideran a sí mismos contrarios al machismo caen en esta dinámica, asumiendo que la mujer “les debe respeto” por estar en una relación con ellos. Seamos honestos, el respeto a la pareja y a la relación es base de cualquier relación exitosa, el problema surge cuando empezamos a pensar que cosas como la interacción con otros, cuidar el aspecto personal, vestirse de una manera que resalte los atributos físicos, mantener relaciones afectivas de amistad con personas del sexo opuesto, entre otros, son formas de irrespetar la relación. 

Aunque los ejemplos antes mencionados parecieran no guardar relación, hay en elemento común que nos permite categorizar estos celos en la necesidad de la tenencia y la pertenencia del otro, hablamos de ese intenso malestar asociado con la posibilidad de que “otra persona tenga lo que me pertenece”, si un amigo es cercano a la mujer y “tiene algo de ella” como su atención, su tiempo, un detalle, etc., si su familia ocupa un espacio importante en su vida “la tiene”, si otros hombres la miran con deseo por la forma en que se viste “la tienen” y así podríamos ejemplificar muchísimas más situaciones de este carácter.

Pero hay un elemento adicional que puede empeorar el panorama, muchas veces el celoso siente que la mujer actúa con premeditación, es decir, se asume que la mujer hace algo malo, “ella se viste así para que la miren”, “ella no me da mi lugar delante de su familia” “ella siempre quiere estar con hombres, por eso solo tiene amigos”.

Obviamente no solo los hombres hacen este tipo de afirmaciones, ni es exclusivo de ellos el querer que su pareja les pertenezca, sin embargo, el origen de este tipo de celos en los hombres suele estar profundamente enraizado en la crianza, por esto es aún más difícil generar cambios en los sesgos cognitivos que mantiene esta conducta.

Si algo de lo mencionado en este artículo te suena familiar, podría ser hora de buscar un espacio de terapia de pareja, con alguna frecuencia este tipo de celos escalan al maltrato psicológico, la violencia de género, el maltrato económico y la violencia intrafamiliar, tomar la decisión de buscar ayuda profesional podría hacer la diferencia en casos como estos.

¿Te resultó útil este contenido?

Haz clic en las estrellas para votar

Votación promedio 4.7 / 5. Número de votos: 22

Deja una respuesta

Call Now Button